ANÁLISIS-GABRIEL PEREYRA. El director de Secundaria dice que el comienzo de clases es "positivo".
+ Gabriel Pereyra @gabrielhpereyra -
Usted es una madre soltera de las que abundan en la periferia de Montevideo. Llegó el día de arranque de las clases y por fin podrá irse a trabajar tranquila porque su hijo, en vez de estar con la barrita de la esquina, entrará al liceo. El único de los hijos que sigue yendo porque los otros ya se aburrieron y desertaron. Y llega el día y el pibe no arranca porque el liceo está hecho un desastre.
Entonces prende la radio y escucha decir al director de Secundaria, Juan Tinetto, que el arranque de las clases fue “positivo”. ¿Qué hace? ¿Descreer de los hombres públicos? Es posible que eso ya le haya pasado porque hace cuatro generaciones que vive entre ranchos. ¿Llorar de bronca? Seguro ya esté acostumbrada a estos golpes de la vida.
Quizás lo único que le quede hacer es lo que han venido haciendo en su familia desde hace cuatro generaciones, y en el lenguaje del barrio: joderse por ser pobre.
¿Y el resto? ¿Toda la quejosa clase media y la clase alta que llora por los impuestos que paga pero muy pocas veces reclama por lo que se hace con esa plata que le expolian de los bolsillos con el verso de que es para que los pobres vivan mejor?
No solo la clase política, la sociedad ha perdido la vergüenza por la vía del acostumbramiento. Es la costumbre lo que nos hace mansos. Hace décadas que las clases empiezan con miles (no decenas, miles) de muchachos que se tienen que ir para atrás o esperar semanas para empezar los cursos porque aunque la enseñanza recibe US$ 2 mil millones de dólares por año los liceos se llueven o tienen cables pelados o vaya a saber qué otra trampa.
Si así funcionan las cosas en un área hipersensible, en torno a la cual todo el mundo habla y habla y que se nota públicamente porque implica a miles de familias, ¿cómo habrán de funcionar en aquellas zonas que transitan por la oscuridad de la burocracia, lejos de los ojos de la gente?
De la oposición mejor ni hablar. Parecen ser conscientes de que esto importa poco. Fueron muy inteligentes en salir a juntar firmas para mandar presos a buena parte de los muchachos que, expulsados por este sistema educativo de quinta, terminarán en el lodo de la delincuencia. Con la educación (salvo el empuje inicial que tuvo Jorge Larrañaga) se los ve muy tibios.
Entonces nos bancamos todos que el principal de secundaria, aunque hay 12 liceos que no arrancan, diga que todo fue “positivo”. Si existiera, ya no vergüenza, sino un poco de coraje en el sistema político, a Tinetto habría que pedirle la renuncia. El presidente de la República, el mismo que repitió la palabra educación el día de su asunción, debería llamar a todo el consejo de secundaria y arrancarles la cabeza en frío.
¿Será esa la solución? No, pero al menos será una señal de que en algún lugar alguien con poder está haciendo algo para recuperar un poco la vergüenza.
Entonces prende la radio y escucha decir al director de Secundaria, Juan Tinetto, que el arranque de las clases fue “positivo”. ¿Qué hace? ¿Descreer de los hombres públicos? Es posible que eso ya le haya pasado porque hace cuatro generaciones que vive entre ranchos. ¿Llorar de bronca? Seguro ya esté acostumbrada a estos golpes de la vida.
Quizás lo único que le quede hacer es lo que han venido haciendo en su familia desde hace cuatro generaciones, y en el lenguaje del barrio: joderse por ser pobre.
¿Y el resto? ¿Toda la quejosa clase media y la clase alta que llora por los impuestos que paga pero muy pocas veces reclama por lo que se hace con esa plata que le expolian de los bolsillos con el verso de que es para que los pobres vivan mejor?
No solo la clase política, la sociedad ha perdido la vergüenza por la vía del acostumbramiento. Es la costumbre lo que nos hace mansos. Hace décadas que las clases empiezan con miles (no decenas, miles) de muchachos que se tienen que ir para atrás o esperar semanas para empezar los cursos porque aunque la enseñanza recibe US$ 2 mil millones de dólares por año los liceos se llueven o tienen cables pelados o vaya a saber qué otra trampa.
Si así funcionan las cosas en un área hipersensible, en torno a la cual todo el mundo habla y habla y que se nota públicamente porque implica a miles de familias, ¿cómo habrán de funcionar en aquellas zonas que transitan por la oscuridad de la burocracia, lejos de los ojos de la gente?
De la oposición mejor ni hablar. Parecen ser conscientes de que esto importa poco. Fueron muy inteligentes en salir a juntar firmas para mandar presos a buena parte de los muchachos que, expulsados por este sistema educativo de quinta, terminarán en el lodo de la delincuencia. Con la educación (salvo el empuje inicial que tuvo Jorge Larrañaga) se los ve muy tibios.
Entonces nos bancamos todos que el principal de secundaria, aunque hay 12 liceos que no arrancan, diga que todo fue “positivo”. Si existiera, ya no vergüenza, sino un poco de coraje en el sistema político, a Tinetto habría que pedirle la renuncia. El presidente de la República, el mismo que repitió la palabra educación el día de su asunción, debería llamar a todo el consejo de secundaria y arrancarles la cabeza en frío.
¿Será esa la solución? No, pero al menos será una señal de que en algún lugar alguien con poder está haciendo algo para recuperar un poco la vergüenza.
El Observador